martes, 11 de marzo de 2008

Crónica de un día recuperado





Cuando estoy en un país extranjero mi primer impulso es querer explorar todo, hablar con todas las personas, conocerlo, respirarlo, hacerlo mío. Cuando llegamos a Caracas, después de haber dormido menos de 4 horas y con mucho trabajo que hacer sentía que mi primer impulso estaba coartado. Sólo quería pasear, conocer personas y los rincones de la ciudad. En cambio sentía que estaba a punto de encerrarme en un montón de tareas interminables que me impedirían cumplir con mis antojos.

Protestando para mis adentros, puse manos a la obra. Tenía yo que trabajar en una imprenta, lo cual si me daba curiosidad, ya que podría ver más de cerca el proceso por el cual se escriben los libros. Hice unos volantes donde invitaba a las personas a ser parte de una imprenta virtual. Esto se me ocurrió mientras pensaba en lo que había significado la imprenta para aquellos escritores caraqueños cuando llegó acá en 1808. Para mí, lo que trajo la imprenta fue la posibilidad de dar difusión a tus ideas, no sólo frente a quienes estaban cerca, sino de transportarlas lejos y transmitírselas a un público más amplio. Yo quise hacer algo similar, por lo que le proponía a las personas que así lo desearan que aquellos textos que escribieran serían publicados en este blog para que su voz saliera a la luz pública, y quienes los leyeran supieran qué era lo que las personas en Caracas pensaban.

Empecé a caminar, buscando grupos de chavos que les pudiera interesar compartir sus ideas conmigo. Platicaba con ellos mientras escribía, y fue así como poco a poco empecé a conocer Caracas a través de la boca de su gente.

En especial conocía a dos chicas que me impresionaron mucho, una de ellas estudiaba cine, mientras que la otra, teatro. Trabajaban en un Call Center para pagar sus estudios, lo cual era un sacrificio grande para ellas, pero podía ver cómo, por su pasión este sacrificio valía la pena. Ellas me hablaron del impulso que estaba teniendo el arte en Venezuela, los apoyos para que poco a poco se crearan diferentes obras de calidad. Y me llevaron al jardín de Bellas Artes para que yo fuera también testigo de este surgimiento.

Las palabras iban y venían, igual hablábamos de política como de música; o de libros y de cómo las mujeres en esta ciudad cuidan mucho su arreglo personal. Me hablaron de las reformas laborales, y de los problemas que había en la universidad central de Caracas. Me presentaron amigos suyos, ellos eran artistas visuales. Todos escribieron para mis volantes, con ansia de ser leídos. Poco a poco, a través de la conversación me di cuenta de cómo para conocer una ciudad no se necesita caminar por todos sus rincones, sino poder verlos a través de los ojos de sus habitantes.

Gracias niñas por enseñarme su ciudad.

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