viernes, 4 de abril de 2008

Como hace doscientos años

Sucre, Bolivia

Caminé por las calles de Sucre. Durante días algunos vagué entre sus paredes blancas y sus tejados cobrizos. Escuché su radio, comí su comida y bailé su música. Quise absorberla en cada paso, con cada mirada. Recuerdo sus sonidos, los gritos del mercado donde el español se fundía con otras lenguas, volviéndose un nuevo idioma con una nueva cadencia y un acento muy particular.

Quise hacer mía esta ciudad, ya que conforme la caminaba cada esquina me representaba una sorpresa. No importaba que fuera muy pequeña, tranquila, lejana y aparentemente insignificante, porque cuando uno esta dentro escucha ecos de la historia que lo envuelven, encuentra las sombras caminando por la pared y los movimientos de tiempos olvidados vuelven a recordarse. Fue ésta pequeña ciudad la cuna de las independencias de América. Entre sus paredes las campanas tañeron y sus voces alcanzaron todos los rincones del continente.

Fueron las personas de Charcas (su nombre en ese momento) quienes lanzaron los primeros gritos de independencia, combatieron el mal gobierno y salieron a las calles para luchar en pro de aquello de lo que estaban convencidos: obtener nuestra independencia.

En otros lugares resulta difícil imaginarse cómo fueron los próceres de la patria, pero en Chuquisaca (nombre originario de la ciudad) esto no me fue difícil. Las personas siguen siendo aguerridas, son luchadores, viven a la altura de los padres cuyos pasos resonaron alguna vez en las mismas baldosas que chocan hoy contra sus pies. Todo esto porque aún hoy vive una gran batalla, pelea contra un gobierno con el que muchos no están de acuerdo, luchan por recuperar la capitanía plena a su espacio, por obtener una merecida autonomía.

Combaten ahora como lo hicieron muchos años antes, a través de las universidades y sus estudiantes, a través de la gente común. Su pelea es con aquello que tienen a la mano, pintas en la calle, marchas, reuniones. No importa el medio, las voces circulan y poco a poco el pensamiento pasa a la acción. El espíritu de lucha se siente todavía después de tanto tiempo. Las palabras “autonomía, reconocimiento, dignidad” se escuchan y poco a poco se acercan una vez más para que las campanas vuelvan a repicar pidiendo unión y libertad, dando eco al pueblo como lo hicieron hace tiempo.

Me pregunto si esta vez el movimiento volverá a cimbrar los cimientos de nuestras ciudades, como lo hizo ya una vez, hace doscientos años.

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